Ser una buena madre

No hay forma de ser la madre perfecta, hay un millón de maneras de ser una buena madre. Jill Churchill

 

“La edición no es un oficio para madres”, pensaba mientras trataba de concentrarme a 50 kilómetros de casa, donde dejaba a mi bebé recién nacida, hace tres años. Había soñado tanto con aquel empleo sin pensar que algún día lo conseguiría, trabajaba en un proyecto editorial de gobierno que pretendía compilar una colección esencial de México, empresa ambiciosa que, si no me equivoco, nadie retomaba desde José Vasconcelos; sin embargo, la tortura de estar separada de mi cría, una mezcla de angustia, tristeza y dolor físico, no me permitía avanzar. Seguro abonaba el agotamiento de tratar de combinar la crianza en esta etapa con un empleo al que debía desplazarme por dos horas o más, para permanecer en una oficina durante nueve horas y hacer el trayecto de regreso; desvelos por amamantar y por llevar a casa el trabajo que irónicamente no podía cubrir en el horario.

Cuando me despidieron, 10 meses después del alumbramiento, tras una baja constante en mi desempeño y mucho acoso laboral, lo mismo pensé al intentar conciliar la maternidad y el trabajo, con una nenita exigiendo atención sobre mis piernas estando yo frente al monitor queriendo hacer alguna corrección que me llegaba. Se esfumaba la carrera que tanto me había costado construir: cinco años de encontrarme en proyectos de alto valor y aprendizaje en los cuales siempre me involucraba al punto de hacer horas extras y llevar trabajo a casa por satisfacción; los cinco años de la carrera de Letras Latinoamericanas, el periodo de mayor exigencia en mi vida pero también el más libre y entrañable; los más de seis años que trabajé medio tiempo para poder pagar mis estudios en una cafetería, lo mismo preparando bebidas que limpiando pisos o haciendo inventarios; todos esos años solitarios de la infancia con la nariz metida en las páginas de un libro, porque yo siempre soñé con estudiar literatura y hacer libros.

Esa era Jazmín, la niña tímida y distraída que lleva un libro bajo el brazo y siempre va pensando en sus historias, la chica disciplinada, autoexigente y amante del orden, la profesionista que busca ser impecable… Ahora ponerle los adjetivos a la madre para decir quién es Jazmín. Después de una fuerte negación de la maternidad por lo que yo creía que me quitaba estar embarazada, experimenté la epifanía del amor verdadero al tener a mi hija contra el pecho. Aunque se libró una lucha entre mi desesperada necesidad de estar con mi bebé y mi ánimo de seguir desarrollando mi carrera, ganó la primera y me volqué en los cuidados, no sin nostalgia por esta renuncia.

Claro que al cabo de pocos meses mis ahorros se habían esfumado, así que el plan B fue un negocio que fundé con una buena amiga: Chantico Bazar Ecoalternativo, el cual comercializa artículos para la crianza y la salud femenina; a la par de mi empresa pude crecer como madre en la posibilidad de acompañarme de otras mujeres en la misma etapa que yo, y hacerlo me ha llenado de satisfacciones.

Aunque no puedo negar que mi nueva vida de ama de casa y madre de tiempo completo me causaba mucha frustración, llegué a un punto en el que me enfrenté a mí misma y tuve la determinación de no permitir que el tiempo que irremediablemente dedicaría a los cuidados por muchos años me impidiera hacer todo aquello con lo que soñaba. Puse manos a la obra.

Primero, con hábitos más saludables logré perder el peso ganado en el embarazo y algunos kilos más, reavivé el grupo de ciclismo urbano que había fundado cuando ya tenía algunos meses de gestación y, finalmente, hace exactamente un año, busqué nuevamente el ingreso a la maestría en la que había sido aceptada cuando concebí a mi hija; sin embargo, no me dieron cabida pues, en aquella crisis de la que les hablo, nunca renuncié al lugar que me habían otorgado.

Sobrevino una nueva depresión, pero la dinámica del trabajo ahora necesario para mantenerme, la salud de mis padres y la exigencia de atención de mi hija, que contra la preconcepción de una madre primeriza, iba en aumento con la edad, no me permitió ponerle demasiada atención a esa derrota.

Así, en medio de una vida muy atareada, logré consolidar una compañía de teatro guiñol y hoy somos becarios de FOACAEM, hace diez meses comencé a practicar kung fu y a superar a través de esta disciplina mis limitaciones físicas y mentales, hace siete meses me uní a Toastmasters y hoy podría contender por una puesto en la función pública en una elección. Todo ello sin dejar de ser una madre dedicada —porque en efecto, hay muchas formas de ser una buena madre—, esposa, hija, hermana y amiga considerada, ama de casa y, por qué no, también editora de libros.

Mi trayectoria profesional sin duda no es lo que yo imaginaba antes de ser madre, pero lo cierto es que se ha vuelto más rica y excitante, porque tengo a mi lado una pequeña personita que sigue mis pasos y me hace muy feliz. Así que, a ti que por cualquier razón no has encontrado contento y satisfacción en tu maternidad tengo algo que decirte:

Te deseo que seas bendecida con un niño que te haga entender que no se trata de él, sino de ti.

Deja un comentario